No sé si mi placer está en el silencio o en esa música que patéticamente, suavemente adormece las iras, las angustias de nuestro tiempo. Mientras los cuerpos se cubren con un velo de hielo transparente, luchando contra las ideas de un tiempo de manos peregrinas, de soledades, escondiendo a un león dormido. El rugir de los pensamientos de mil tribus, ojalá eternas, siempre más allá de una justicia inmortal, de ventanas abiertas. Ahí están las promesas olvidadas como un niño dormido, sin…